martes, 6 de marzo de 2018

No te quiero gritar...

Ya comentaba en el último post que estaban siendo días (y semanas) intensas, con Papá Oso sin apenas días libres, sin el apoyo logístico (y de descarga mental ocasional) de mis padres y con un estado de "preñez" en el que lo que menos me apetece es estar gestionando y acompañando la frustración constante de un niño de dos años. Pero es lo que hay y es lo que toca.

Soy totalmente consciente de que el cansancio me pasa factura. Los días que he dormido peor por la noche han sido los que más incapaz me he sentido de afrontar las tardes (o días) sola con Pajarin. Y en momentos como esos me viene a la mente el post que escribí en Lactapp sobre "La soledad de las madres".

¡Qué mala es la soledad en la crianza! 
¡Qué mal combinan aDOSlescencia, segundo embarazo y soledad!

Y sí, reconozco que me siento sobrepasada en muchas ocasiones, que por mucho que intente calmarme y evitar mi propia rabieta, exploto y acabo poniéndome a la altura de un niño de dos años incapaz de entender y controlar sus emociones. Y entonces, grito. O debería decir que subo el tono de voz, que queda "más bonito", ¿no?

No me gusta gritar. Me visualizo más tarde con cara de enfado y dando voces y me da vergüenza. ¡Menudo ejemplo de crianza respetuosa! Pues sí, señoras y señores, aquí una mujer sobrepasada por la vorágine de los dos años y la falta de "tribu".

Hablaba el otro día con una amiga de la pena que me daba de mí misma visualizarme en el parque sola con Pajarin, helada de frío y pintando con tizas en el suelo. Agotada física y mentalmente, huyendo a la calle como vía de escape al bucle de enfados en el que entramos estando metidos en casa.

Supongo que me faltan recursos y ganas, me sobran "hormonas locas" y agotamiento "preñil", y sobre todo, me falta ayuda.

Porque sí, vamos de "super woman", o más bien, la sociedad nos vende que es lo que debemos hacer. Que podemos con todo lo que nos echen, aunque acabemos los días exhaustas. Y no, señoras. Recurriré siempre a la frase de Laura Gutman que tanto me caló: "Para criar a un hijo hace falta una tribu entera". 

Pajarin, no te quiero gritar, no quiero perder los papeles y dejarme arrastrar por esa niña sobrepasada que se apodera de la adulta que soy (o debería ser). Te prometo que lo intento, y lo seguiré intentando, y te aseguro que conseguiré ser la mejor versión de mí misma para Polluelo y para ti. Pero, aunque no pretendo justificarme, en mi defensa diré que nuestra sociedad actual no me lo pone nada fácil... Sin valorar socialmente ni económicamente la importancia de los cuidados, con una conciliación inexistente y una exigencia de perfección a las mujeres-madres sin sentido.




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