martes, 4 de julio de 2017

Primeras veces: de camping con Pajarin

Ya estoy de vuelta. Vacaciones merecidas (y cortas) que ya han terminado. Es decir, cuando casi nadie se ha ido todavía de vacaciones, nosotros ya hace más de una semana que hemos vuelto... En fin, alguna escapada seguro que cae, que queda mucho verano por delante.

Como ya adelanté en el anterior post, nos estrenábamos de camping con Pajarin. Bueno, yo me estrenaba de camping en general (ya era hora de probar).

El destino elegido fue el País Vasco, tanto por cercanía (lo preferíamos al ir con tres peques de menos de tres años), paisajes, playas y un buen número de campings repartidos por toda la costa.

Compartimos vacaciones (y tienda) con "mi alma gemela" y familia, lo que nos permitió compartir gastos, aventuras y tareas. El concierto nocturno para que se durmieran los tres pequeños es un momento para recordar :)




La idea inicial era dormir fuera nueve noches, que finalmente se redujeron a siete. Es lo bueno de irte de camping, que puedes ir ampliando o reduciendo la estancia según las circunstancias del momento.

Nuestro primer destino fue el Camping de Orio, muy cerca de Zarautz. El ambiente era muy tranquilo y la mayor parte de nuestros vecinos eran alemanes, daneses y demás nórdicos jubilados con sus autocaravanas.
  • Pocas sombras y mucha luz nocturna (farolas de leds) que impedía distinguir si había amanecido o no.
  • Buenas instalaciones (tienen bañeras para bebés, algo muy cómodo para bañar a los peques).
  • El primer día me quemé la espalda cual guiri (así me mimetizaba con el ambiente) con una tarde de cielo nublado y una camiseta de tirantes normal y corriente. Algo que arrastré todas las vacaciones (¡una gracia!)
  • Estuvimos tres noches, de las cuales nos llovió dos. Resultado: tienda, sacos y colchones mojados; recoger lloviendo y niños felices con botas de agua retozando en el barro.
  • Valoración general: regular. Tuvimos algún encontronazo con el personal y finalmente nos cobraron más de lo que nos explicaron cuando llegamos.

Desde Orio fuimos hasta el Camping Sopelana, casi en la frontera con Cantabria y cercano a Bilbao. Perfecto para visitar varios puntos que nos interesaban.
  • Personal muy amable, tratando de facilitarnos la estancia en todo momento. Buen precio!
  • Más sombras aunque instalaciones más viejas. Las duchas funcionaban regular, la lavadora estaba estropeada y no tienen bañeras para bebés.
  • Piscina chula (pequeña y grande) , con zona de césped, merenderos y un bar con muy buena pinta, aunque nada de sombra, lo que supone un gasto importante de crema y no poder permanecer demasiado tiempo a determinadas horas.
  • En este camping estuvimos cuatro noches, de las cuales dos dormimos en el suelo: la primera se nos pinchó el colchón, y la segunda (con colchón nuevo comprado en Decathlon-un punto a tener en cuenta que estuviera tan cerca-) no debimos cerrar bien la válvula y se nos desinfló.
  • La última noche, para despedirnos, casi salimos volando. Lluvia y viento agitaban la tienda mientras los peques dormían y los padres pensábamos alternativas para huir antes de que nos arrastrara el huracán. Finalmente las nubes se fueron y todo quedó en una aventura más que sumar a los días de camping.
  • La cercanía al metro nos permitió visitar Bilbao sin necesidad de llevar coche. Un viaje largo, pero más económico que pagar parking.



Desde nuestros dos campamentos base pudimos visitar:

-Zarautz: super día de playa improvisado y comida en el paseo marítimo, siestas en carro y mochilas y helado artesano de merienda.

-Cabárceno: día de llovizna, perfecto para no morir de calor, y cierta decepción por la situación de algunos animales.




-San Juan de Gaztelugatxe: la muerte a pellizcos es hacer el recorrido a las 13.30h de la tarde con una solana y 35 grados impropios de la zona. Vistas espectaculares.






-Bilbao: sorprendente, acogedora y muy bonita (pese a los 42 grados que marcaba el termómetro).

-El Bosque de Oma: Increíble y muy recomendable.



-Mundaka: preciosa playa de aguas tranquilas y cristalinas, perfecta para ir con peques.




Pues bien, una vez resumida la estancia y teniendo en cuenta;

mi espalda quemada que no me dejaba dormir las primeras noches y los últimos días se pelaba cual lagarto;

la mala calidad de la tienda, cuyo fabricante aseguraba que soportaba agüaceros y no resistió el chirimiri de Euskadi (ya está devuelta a Amazon);

el colchón pinchado y la torpeza hinchando el segundo;

las decenas de veces de sacar y meter cosas en la tienda y el coche (mañanas y noches);

las "no siestas" de Pajarin, que solo admitía en el coche y que duraban lo que durase el trayecto;

los desayunos, comidas y cenas cocinados con mucho amor y niños hambrientos que reclamaban su ración;

nuestro coche que el último día no quería arrancar y a punto estuvimos de que la grúa nos remolcara;

la capacidad de disfrutar de Pajarin, con sueño, con lluvia, con sol, en la playa o la piscina, pintando a  todas horas y enseñándonos a disfrutar de la vida; ...

... reconozco que el camping no es lo mío.
Bueno, más bien, no es mi primera opción con nuestras circunstancias actuales.
Siendo sincera, es muy cansado. Sí, lo sé, las vacaciones con niñ@s son cansadas, pero ir de camping añade tareas y "complica" otras que en la comodidad de tu casa no cuestan tanto. Si a eso añadimos que sueles descansar menos tanto por la superficie en la que duermes, como porque las horas de luz acortan el sueño de los peques,... Pues eso, la energía disminuye.




Que no digo yo que no me vaya a ir de camping nunca más. Con niños más grandes, o sin ellos, me parece una buena opción, y para escapadas de fin de semana también.
Sin embargo, de momento, lo descartamos. Volvimos bastante más cansados y con un bolsón tremendo de ropa sucia. Pero, oye, había que probar para poder valorar.
Y sí, Pajarin disfrutó mucho, pero si algo he aprendido en este tiempo, es a tratar de equilibrar necesidades.

Nuestra energía, nuestro estado de ánimo le afecta directamente, así que seguro que si todos disfrutamos, él lo hará también.

Es un "disfrutón"!





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